30 de octubre de 2017

DECLARACIÓN DE LA REPÚBLICA CATALANA Y 155: ANATOMÍA DE UN INSTANTE

La paradoja del momento presente la resume la imagen
de hoy mismo de la cúpula del Palau de la Generalitat
Por Marat

Pretender hacer una radiografía de duración permanente sobre el momento político catalán y español, sería una fantasía de locos. Los acontecimientos se suceden a velocidad frenética entre simulacros, mentideros, desmentidos, amagos y acciones contradictorias en apenas minutos, recaderos interpalaciegos, y movimientos tácticos permanentes. Es imposible esperar que lo que hoy se presenta con una coyuntura concreta lo haga mañana del mismo modo.

Pero no hay error en reafirmar la eternamente joven expresión de Marx de que “la historia se repite siempre dos veces. La primera como tragedia. La segunda como farsa”. Entre la proclamación de la República catalana durante la II República Española y la errática y dubitativa declaración del pasado 27 de Octubre dista mucho más que 86 años. Si el pronunciamiento de entonces ayudó a traer la II República (que no dejó de ser burguesa nunca, por otra parte) el actual, lejos de “provocar la crisis del régimen del 78”, lo refuerza porque abre una dinámica de enfrentamiento entre pueblos, ni siquiera entre derechas e izquierdas, puesto que liga al progresismo reformista a una dinámica en la que es la derecha la que marca la pauta, la temática y el campo de juego. Una lectura inteligente y honesta de la obra “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” nos daría algunos retratos del momento, sin que necesitemos obtener de la misma todas las conclusiones sino solo las relativas a nuestro momento.

No deseo hacer un análisis de largo recorrido. No quisiera estar demasiado despegado del momento. Me limitaré a presentar algunos fotogramas del instante preciso en el que vivimos. Los acontecimientos que han de producirse solo dentro de unas horas devorarán cualquier predicción respecto a lo que ocurra media hora después. La aceleración histórica bajo cuya tiranía mediática vivimos -esa que hace que cada político esté sometido a la dictadura de los informativos- hace que solo quienes adoptan la distancia necesaria sobre los hechos del momento y conocen la historia puedan anticipar la historia futura.

Pero sí quisiera quedarme con algunos hechos últimos, ahorrándoles el tener que seguir una gran parte de un relato previo que ustedes ya conocen. Sabrán cómo interpretar los últimos.

Un molt honorable President de la Generalitat que amaga, para desbloquear la situación a la que puede conducir a su Govern la aplicación del artículo 155 de la Constitución española, con convocar elecciones autonómicas el jueves 26 de Octubre que, finalmente no convoca.

Ese mismo molt honorable President de la Generalitat que al día siguiente, decide que vuelve por sus fueros y proclama una República catalana que sabe que no tendrá recorrido alguno.

Un Gobierno central del Estado español que aplica un artículo 155 de la Constitución cuya eficacia podría ser disuasoria pero, si no lo es, carece de capacidad y resortes suficientes para imponer a la administración autónoma catalana el acatamiento constitucional. Finalmente será el propio capital con sus presiones empresariales, incluso de capitalistas independentistas, y el poder de la Hacienda central del Estado español los que dispongan del poder suficiente para generar acatamiento.

Un molt honorable President de la Generalitat Puigdemont que llama a la resistencia frente al Estado español y su artículo 155 mientras el director general de los Mossos, Pere Soler, ha acatado disciplinadamente su cese. Si eso sucede en el aparato represor de la administración catalana, seleccionado y diseñado en sus mandos de acuerdo a los objetivos nacionalistas, imaginen cómo irá el resto. Lo mismo ha hecho el Mayor Trapero acatando su destitución y sustitución por su número dos y pidiendo lealtad a las nuevas a autoridades del artículo 155. Ferrán López, el citado número 2, ha aceptado su nombramiento por parte de quienes se están ocupando de desmontar la República catalana.

Una política exterior catalana, Diplocat, financiada en el pasado por el promotor de “revoluciones naranjas” y “de colores”, George Soros, que ha visto sus embajadas en el extranjero cerradas por el Gobierno español y, en consecuencia, con una pérdida más que evidente de proyección internacional y de influencia sobre ámbitos de decisión y de presión internacionales.

Unos sectores progresistas, que no revolucionarios, que en Cataluña han asumido la hegemonía dirigente de la pequeña y mediana burguesías catalanas y en el resto del Estado español han caído en la “ilusión democrática” de esperar que una crisis institucional abra camino a un cambio en la correlación de fuerzas políticas, que no sociales, porque la que tiene que ver con la lucha de clases hace tiempo que han abandonado en la práctica. En Cataluña cayeron en la alianza con sus burguesías en un “paro (al que se avergonzaron de llamar huelga) país” que no reivindicaba derechos de la clase trabajadora sino demandas nacionales y que era convocado por sindicatos, Govern (¿dónde vieron antes a un gobierno burgués apoyar un “paro”?) y asociaciones de la pequeña y mediana empresa. A ello hemos de unir la actuación de una pseudorevolucionaria CUP que no llamó a tomar el poder para la clase trabajadora sino a defender las instituciones catalanas y al molt honorable y no demasiado bolchevique President Puigdemont. En el resto del territorio del Estado español hemos visto a unas “izquierdas” que basculaban entre una mayor comprensión hacia una de las dos burguesías nacionalistas instigadoras del enfrentamiento (la catalana) o que caían directamente en la fantasía de un febrero (analogía de la revolución “democrática” del reformismo ruso de 1917) de revolución burguesa que podría abrir pasó a un octubre posterior. Difícil de entender abandonando las posiciones de clase en sus prácticas durante la crisis política, apoyando a los sectores que explotan a la clase trabajadora catalana, y favoreciendo que se divida a l@s trabajador@s en patrias.

Una convocatoria electoral autonómica para Cataluña para el 21 de Diciembre por parte del Estado español que sitúa al soberanismo en la disyuntiva de participar en las elecciones, y ver cómo les va en ellas, o boicotearlas y enajenarse la posibilidad de gobernar en el territorio. Si el PdCat, o lo que quede de él, se apresta a presentarse a las elecciones convocadas desde la legalidad española contra la catalana, Junqueras (ERC) pide, junto con el molt honorable President Puigdemont, aceptar la convocatoria, realizada por el gobierno central, que no posee las competencias para hacerlo, sino el President de la Generalitat destituida. Parece que la CUP mientras defiende la legitimidad del President se va abriendo a las próximas autonómicas, abandonando su peregrina propuesta de “paella insumisa” (Mireia Boya y Anna Gabriel). Habrá que ver de qué modo afectarán unas condiciones que le han sido impuestas desde fuera a una República proclamada, pero inexistente, y cómo todo ello impactará sobre la credibilidad del propio proyecto independentista y a sus promotores.

Un comportamiento de PdCat y de ERC que les lleva a mantener al día siguiente de la proclamación de la República catalana sus escaños en el Congreso y en el Senado españoles y a votar previamente en contra un artículo, el 155, cuando su desacato al mismo debiera haberles conducido, en coherencia, a abandonar el pleno del Senado. El argumento de que dejar sus escaños en Congreso y Senado “sería solo un gesto estético” parece sostenerse mal desde la una posición que, en realidad, no es meramente “estética” sino moral y de congruencia.

Una realidad opuesta en los gobiernos, parlamentos y bloques políticos hegemónicos de España y de Cataluña. En la primera el gobierno, el senado y el bloque constitucionalista de PP, PSOE y Ciudadanos actúan unidos, aprueban el artículo 155 y el gobierno va aprobando un desarrollo y aplicación del mismo, día tras día, en el BOE. En la segunda, el bloque independentista presenta fisuras más que notables, el PdCat ha tenido ya dimisiones tanto en el partido como en la Generalitat y, tras una noche de fuegos artificiales y fiesta en la Plaza de San Jaume, el Govern se va a dormir y de fin de semana, sin tomar auténticas decisiones que viabilicen y muestran la voluntad ejecutiva de puesta en marcha de la República catalana. Decisiones imparables frente a pasividad.

Una economía muy interrelacionada en la que la inestabilidad política y social que tanto asusta al inversor capitalista golpeará sobre Cataluña y sobre el resto del Estado español.

La continuación de la luz de gas sobre los conflictos sociales de clase que afectan a trabajadoras y trabajadores tanto de Cataluña como del resto del territorio español, ahogados por una dinámica de patrias que es dirigida por el discurso burgués a uno y otro lado del Ebro. Si cabe extraer una conclusión sobre dicha dinámica es la de que ambas burguesías mantienen un acuerdo quizá más que tácito para ocultar la realidad de una clase trabajadora a la que ambas explotan y desposeen.

Cabe aventurar algunas conclusiones acerca de la recién proclamada República catalana y sobre la crisis a la que ha conducido el choque de trenes entre el nacionalismo español y el catalán.

El procés y la declaración unilateral de independencia han sido, para un sector importante de la población catalana que ha acompañado al mismo, más una afirmación de soberanía que un camino que realmente creyesen posible. Han vivido una especie de catarsis colectiva, un psicodrama social que les ha permitido vivir "un como si", como si el sueño fuera posible. Ahora empiezan a despertar del mismo y a comprender sus límites. La República catalana ha sido tan virtual como los falsos reconocimientos de la misma en redes sociales por parte de supuestos gobiernos nórdicos y de repúblicas bálticas. Al menos les quedará el consuelo de que Osetia del Sur ha afirmado que va a estudiar si reconocerá a la nueva república o no.

El procés no ha acabado, aunque la independencia de Cataluña ha quedado postergada “sine die”. A tenor de la aceptación de la convocatoria electoral, que empieza a ser aceptado por los partidos independentistas, la permanencia de sus representantes en el Parlamento español y el acatamiento de sectores funcionariales (cargos de los mossos) del control de la situación por las autoridades españolas, cabe pensar que el procés ha entrado en una fase de realismo posibilista y que la estrategia de largo plazo del independentismo está empezando a ser sustituida por giros tacticistas rápidos que dejarán descolgados y con un sentimiento de frustración a gran parte de los sectores soberanistas de la población catalana, como apunté en anteriores artículos. El despertador de ese sueño es a 30 de Octubre la bandera rojigualda ondeando en el Palau de Sant Jordi, junto a la señera y un despacho vacío del molt honorable President de la Generalitat a la que éste hoy no ha acudido hasta el momento, mientras algún Conseller como Josep Rull va a ser desalojado del suyo por los mossos d´esquadra y el resto de ellos han obtenido un breve permiso del gobierno ocupante para recoger sus pertenencias de sus, hasta el pasado viernes, despachos de los que  las fotografías del ya cesado President han ido desapareciendo.

Por su parte, la Presidenta del Parlament, Carme Forcadell, acaba de desconvocar la reunión de la ;esa de la institución, asumiendo de hecho que el la misma está disuelta, lo que no es sino el reconocimiento de la fuerza del Estado como ley de hecho.

Las declaraciones del diputado de la CUP del Parlament de la República catalana, Benet Salellas, cuestionando la capacidad de materializarse dicha república indica la abismal distancia entre deseo y realidad: "No hay estructuras de estado preparadas ni medidas de efectividad republicana que estén empezando a desarrollarse. El Govern no estaba preparado para un escenario de unilateralidad pura". En el mismo sentido, el diputado cupaire señalaba que su partido "no comprende por qué después de la proclamación de la República el Gobierno no está promulgando los decretos que la misma resolución".

Las posibilidades que se plasmen o frustren de una candidatura unitaria del independentismo catalán serán la piedra de toque de su capacidad para mantener un bloque más o menos unido que hoy vive tensiones internas, y que hace muy pocos días se fracturaba entre acusaciones de traición. En cualquier caso, la participación de candidaturas independentistas en las elecciones del 21-D será la deslegitimación absoluta de un procés por parte de sus promotores, al asumir como legales unas elecciones que solo Puigdemont hubiera podido convocar de continuar en el cargo.

Del grado de extensión y la intensidad de la aplicación del artículo 155 por parte del gobierno español y del comportamiento revachista o de perfil bajo de una posible nueva mayoría unionista en la sociedad catalana dependerá que la situación de crisis social y política se vaya atemperando o se incrementen la tensión y la fractura sociales.

El denominado “régimen del 78”, lejos de entrar en crisis, se verá notablemente fortalecido por varios factores.

El primero, la reacción españolista y el incremento del nacionalismo español.

El segundo, la unidad de la que han dado muestra tanto PSOE como PP y el heredero actualizado de dicho régimen del 78 en torno a legalidad española y la unidad territorial, Ciudadanos. Enfrente, tienen a partidos que no han demostrado una claridad en su proyecto reformista de corte meramente institucional ni una unidad suficiente respecto al mismo, según los escollos en su camino hacia la independencia iban mostrando los límites del proceso.

El tercero el consenso social que están siendo capaces de generar dichos partidos entre sectores mayoritarios de la sociedad española, y muy significativos dentro de la catalana, que se han visto asustados ante las consecuencias que la crisis institucional y la amenaza de la económica, sobre Cataluña en particular y España en general, por la desconfianza de inversores y empresas ante la inestabilidad política y social que ha provocado el proceso. Una parte muy amplia de dichos sectores justifica ya la aplicación de medidas de fuerza más o menos limitadas.

La auténtica derrota del independentismo la ha ejecutado la gran y mediana empresa que, más allá de sus filias o fobias hacia el procés, ha sufrido un ataque de patriotismo del bolsillo, presionando con sus exilios de sedes sociales fuera de Cataluña. El artículo 155 ha sido la puntilla legal que ha empleado el Estado español. Las posibilidades de éxito de las imposiciones coactivas para la aplicación del mismo dependerán fundamentalmente de la poderosísima capacidad de intervención del Ministerio de Hacienda español sobre la catalana y del grado de realismo y acatamiento de los altos funcionarios de la administración de Cataluña y de las clases medias sostenedoras del procés.

Coger las de Villadiego, exiliarse en Bélgica, tras acogerse a santuario de un aliado, que tiene amistades con organizaciones fascistas de Bruselas, y verse a sí mismo como una mezcla de De Gaulle en el exilio, hablando al pueblo desde la BBC, y de MacArthur en plan "volveré", mientras te comportas como alguien que deja tirados a quienes se sacrificaron por ti, significa que el esperpento catalán huye hacia donde los aventureros políticos han perdido su norte. Quizá un día descubramos un nuevo significado de la palabra "resistencia". La idea de patria huele tan mal como el agujero en el que se esconden quienes pretendieron hacernos creer que serían mártires y se comportan como ratas en su escapada.  

Que la ANC, con su máximo dirigente en la cárcel avale presentarse a una elecciones que ha convocado Rajoy y no el "exiliado" Puigdemont, probablemente no sea un motivo para bajarse del burro aquellos cuya deshonestidad intelectual les impide toda reflexión que pueda crearles duda alguna sobre aquello que defienden.

La izquierda, o lo que la opinión pública y la publicada entienden por tal, y el republicanismo español entrarán en una grave crisis cuyas consecuencias y efectos se irán dilucidando en los próximos tiempos.

De momento, el reconocimiento por parte de Anticapitalistas, grupo integrante de Podemos, ha sido desautorizado por el Consejo Ciudadano Estatal de este partido y En Podem (Cataluña) ha sido intervenido por dicho Consejo, en aplicación de su particular 155 sobre su filial catalana, tras las graves diferencias de ésta con su organización española, sobre todo por parte de su líder Albano Dante Fachín. Veremos en qué acaba esta cuestión.

En los restos de IU ya se están produciendo tensiones internas cuyas repercusiones pueden incrementarse por un efecto rebote o dominó de la crisis de Podemos, visibilizada por las declaraciones españolistas de Carolina Bescansa, sobre su socio político.

El caso del PSC, organización hermana del PSOE, ha vivido estos días fuertes tensiones internas entre su realidad catalana -buena parte de su dirección- y española, la que se concentra en el cinturón industrial de las ciudades que constituyen la conurbación barcelonesa (el gran Barcelona y otras localidades de tamaño considerable). A pesar de sus enfrentamientos internos es previsible que una parte del voto nacionalista moderado que ya no se reconoce en el PdCat y de En Podem y los Comunes, cuyas inclinaciones hacia el soberanismo han sido muy marcadas, gire hacia el PSC.

El republicanismo español se ha visto atrapado en su contradicción de reivindicación de un Estado federal para todo el territorio, nunca concretado como propuesta, y una delegación del sostenimiento de la reivindicación de III República española en una República catalana cuyo proyecto es en gran medida ajeno, desligado del federalismo y que no se reconoce en ella.

Las organizaciones “a la izquierda de la izquierda”, muy atomizadas, de muy reducidas dimensiones y carentes prácticamente de influencia política alguna respecto a la gran mayoría de la clase trabajadora, ahondarán en su marginalidad como consecuencia de su desvinculación práctica y real de una posición de clase. Su enfeudamiento a los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses vasco y catalán y su aceptación de la estrategia de exportación de nacionalismos promovidos en los distintos territorios del Estado español, siguiendo el modelo de Izquierda Castellana, que grupos autodenominados comunistas asumen como forma de acabar con el denominado régimen del 78 y con la monarquía española, están actuando como mecanismos de refuerzo de ambos, por la reacción de un nacionalismo español y de una extrema derecha que no habían detonado hasta el momento con la fuerza con la que ahora se presentan.

En la práctica, un reformismo moderado, con formas y lenguaje aparentemente radicales, y un radicalismo democrático, a su izquierda, vienen a cubrir el papel y los objetivos que en el siglo XIX representaban facciones de la pequeña y mediana burguesías a través de los "partidos democráticos", aspirantes a reformas que cambiasen la configuración institucional de los Estados capitalistas y sus formas de representación pero sin alterar nada de sustancial de la base material y económica en la que se sustentaban. Apelan, como entonces, a la clase trabajadora, de la que buscan el apoyo a sus causas pero supeditando los intereses de ésta a los objetivos reformistas que constituyen el programa político de ciertos estratos de las clases medias urbanas. No son partidos de clase, por mucho que una parte de ellos lo proclame o, al menos, no de la clase trabajadora, entendido dicho carácter como el propio de organizaciones que defienden los intereses de los asalariados de forma autónoma a los del resto de clases sociales. La ausencia de una centralidad en el discurso y la práctica de clasista es evidente en todos ellos.

La clase trabajadora seguirá sin tener quién la escriba desde las organizaciones políticas en el sentido de la defensa de unos intereses específicos e independientes de los de cualquier otra clase social y otra causa que no sea la suya, la de sus propias reivindicaciones sociales y objetivos de emancipación.

Pero como decía Lenin, emulando las palabras de Goethe, «la teoría es gris amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde». La realidad es que los problemas de la clase trabajadora, los despidos, los bajos salarios, los desahucios, la pobreza de amplias capas de la clase trabajadora... volverán más pronto que tarde a hacerse presentes en un escenario en el que fueron opacadas por una confrontación que a las burguesías de un lado y otro del Ebro venía muy bien. Y entonces puede que sea el momento de pedir cuentas a los partidos “progresistas” por el juego practicado en la promoción por acción y reacción, respectivamente, de los nacionalismos catalán y español. Con la esperanza de pasar pronto página a esta estrambótica farsa...hasta la próxima charlotada tan del gusto de los habitantes de este extremo de Europa.

26 de octubre de 2017

LAS SECUELAS DEL NACIONALISMO EN LA EX YUGOSLAVIA

Rolando Astarita. rolandoastarita.blog

En varias notas del blog he planteado que exacerbar las pasiones y las rivalidades nacionales no tiene absolutamente nada de progresista, ni de izquierda. Lo he afirmado en oposición a los que piensan que agitando el nacionalismo –incluso inventando relaciones “coloniales” o de “explotación nacional”- pueden desatar una revolución que desemboque, más o menos espontáneamente, en el socialismo. Sostengo también que la formación de una multitud de pequeños Estados nacionales, divididos por el particularismo y la exacerbación nacionalista, puede tener resultados negativos para los trabajadores.

En este respecto, el caso de Yugoslavia es ilustrativo. Tengamos presente que ya en los 1980 se manifestaban en ese país fuertes tensiones étnicas y nacionalistas, en el marco de una economía en deterioro. Con la caída de la URSS el proceso se aceleró. En 1991 Eslovenia y Croacia se independizaron. Y en 1992 Bosnia-Herzegovina y Macedonia también declararon la independencia. El presidente serbio Milosevic trató de impedirlo, y dio comienzo una guerra que se prolongaría hasta 1995. La guerra volvió a estallar en Kosovo, en 1999. A lo largo de esos años hubo desplazamientos forzosos, que afectaron a un millón de personas; violaciones masivas de mujeres; y alrededor de 250.000 muertos. Por supuesto, no hubo ni por asomo algo que se asemejara a una revolución socialista.

Pero además, las secuelas de las guerras nacionales se prolongan hasta el presente. Dejando de lado el aspecto económico del asunto –no hubo un particular desarrollo de las fuerzas productivas debido a la formación de seis Estados nacionales independientes- desde el punto de vista de la unidad de la clase obrera por encima de las nuevas fronteras nacionales, no se ha mejorado un milímetro. A fin de brindar elementos para el análisis de esta última cuestión, en lo que sigue resumo y transcribo pasajes de un texto, que me parece muy ilustrativo, de Ermac Osmic, “La morfología del nacionalismo en los países de la ex Yugoslavia”, del 21/11/16 (http://www.globalethicsnetwork.org/profiles/blogs/the-morphology-of-nationalism-in-former-yugoslavian-countries).

Osmic comienza recordando que a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial se formó la República Federal Socialista de Yugoslavia, la cual reunió seis repúblicas autónomas, Croacia, Eslovenia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro. El Partido Comunista, dirigido por Josip Tito, las mantenía unidas, y Yugoslavia era considerada una nación supra étnica. De todas formas, las identidades étnicas y nacionales buscaban validarse bajo ese sistema, a través de protestas, manifestaciones e incluso el involucramiento en la actividad política. El régimen respondía con represión. Dice Osmic: “Por debajo de la superficie las identidades étnicas tradicionales estaban muy activas todavía, manteniendo vivas la noción de su afiliación nacional “real”, lo que culminó en las guerras de Yugoslavia de los 1990”.

En los 1990 Yugoslavia dejó de existir y las antiguas repúblicas autónomas se convirtieron en Estados independientes (más el status especial de Kosovo). Sin embargo, dice Osmic, al día de hoy muchas personas, incluidos jóvenes, todavía se refieren a sí mismas como yugoslavos. “Para ellos el nacionalismo es la causa del baño de sangre durante los noventa, así como del mecanismo político que mantiene a políticos corruptos en todas las ex repúblicas en el poder”.

Agrega: “La difusión del miedo étnico es la piedra basal de casi todos los partidos políticos que ocupan lugares en las ramas ejecutiva, legislativa y judicial de los seis países. Se trata del aparato más regresivo que quedó después de la guerra, el cual sirve para mantener el status quo vivo y en buen estado”.

Yo soy de Bosnia-Herzegovina donde hay un dicho que reza: “Está todo bien en tanto no haya disparos”. Este dicho sintetiza de una forma devastadoramente precisa el estado de pensamiento en que viven muchos de mis conciudadanos. Vivimos bajo el constante temor de que “los otros” están ahí para agarrarnos; y que la única forma de defendernos es a través de la unidad étnica. Muchos partidos progresistas han hecho lo posible para que superemos el miedo de romper el status quo; de todas maneras, las memorias de ciudades destrozadas, genocidio, miembros de familia perdidos, miedo, terror y devastación son todavía muy fuertes para simplemente borrarlos o incluso pasarlos por alto”.

Las personas anhelan el cambio, pero el aferrarse al nacionalismo es la única cosa que para ellos les garantiza “el lujo” de no ser asesinados “por el otro lado”. Lo que una vez fue el catalizador de la guerra es ahora la única cosa que la previene. Al menos, eso es lo que la gente cree. (…) Los que tomaron el poder durante la guerra todavía están en el poder. (…) Los que están en el poder, lo mantienen, y cualquier tipo de levantamiento de la gente para protestar contra esta corrupción sistemática es tan reminiscente de la guerra (cuya posibilidad está siempre pendiente sobre nuestras cabezas) que se ha convertido incluso en fútil pensar en ello. El nacionalismo es el ancla que nos mantiene a salvo y nos protege de la guerra, pero al mismo tiempo nos impide avanzar”.

Yugoslavia suprimió el nacionalismo negando a la gente la posibilidad de honrar sus tradiciones, culturas y herencias en la manera en que estaban acostumbradas a hacerlo. Los que desafiaban esas prohibiciones eran enviados a los campos de trabajo forzado, o simplemente encarcelados. (…) Después de la muerte de Tito, en 1980, los nacionalistas finalmente vieron su oportunidad de liberarse de los grilletes del régimen. Creció su popularidad, algo que no le gustó a los herederos de Tito”. Señala luego cómo los dirigentes de la Liga Comunista de Yugoslavia, dirigida principalmente por serbios, consideraron que los referéndums por medio de los cuales las ex repúblicas se independizaron de la ex Yugoslavia eran una suerte de golpes de Estado. “La guerra estalló, primero en Croacia, luego en Bosnia-Herzegovina. Hacia 2006, las seis repúblicas que habían formado Yugoslavia se habían convertido en Estados soberanos”.

Sin embargo, debido a las largas décadas de cohabitación de las diferentes etnicidades en lo que ahora se conoce como Yugoslavia, era imposible una nación homogénea en cada uno de los nuevos Estados, como la habían imaginado los nacionalistas. Simplemente, no era posible. Esto era especialmente cierto en Bosnia-Herzegovina, en la cual las tres mayores etnias, bosnios, croatas y serbios han estado viviendo juntas por siglos”. Recuerda luego que Bosnia se dividió en tres grandes grupos étnicos, llamados “pueblos constituyentes”, cada uno con una parte del poder garantizado. Escribe: “Para los políticos, hasta el día de hoy, esto significa el fomento de la idea del pensamiento tribal y el uso de la antes mencionada difusión del miedo como un medio para permanecer en el poder”.

El nacionalismo, que alguna vez fue una noción oprimida de pertenencia cultural y étnica en Yugoslavia, se ha convertido en el opresor en el presente en Bosnia-Herzegovina, manteniendo de rehén al pensamiento progresivo y reasegurando a los que están en el poder que permanecerán en el poder en tanto siga intacto el terror de la gente a la guerra”.

Son las consecuencias, en carne viva, de la exacerbación nacionalista. Mayor división de la clase trabajadora, mayor sujeción a “sus” burguesías y a “sus” Estados nacionales, inacción, desmoralización y desorientación. ¿Qué tiene todo esto de progresista?

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Discuto a Astarita que los territorios que componían la ex Yugoslavia socialista fueran naciones oprimidas pero, en cualquier caso, coincido plenamente con él en que el “remedio” de volar aquel Estado fuera mejor que la enfermedad de su existencia. Tomen nota los patriotas estelados y los rojigualdos y pregúntense a quienes hacen el juego los pseudoizquierdistas que, al uncirse al carro de las patrias, renuncian de hecho a la posición de clase. 

21 de octubre de 2017

NACIONALISMO CATALÁN Y UN TEXTO DE LENIN

Rolando Astarita. rolandoastarita.blog

En los últimos días varios lectores me preguntaron sobre el proceso independentista catalán. La respuesta provisoria que di es que, aun defendiendo el derecho a la autodeterminación y repudiando la represión del gobierno central, considero que la constitución de Catalunya como Estado independiente no es históricamente progresiva. En particular, porque no existe una relación de explotación, o de saqueo colonial, sobre Catalunya. Tampoco estamos en presencia de alguna forma de nacionalismo feudal enfrentado a un nacionalismo catalán democrático-burgués progresista. En realidad, Catalunya es una de las zonas más avanzadas de España, y su modo de producción es enteramente capitalista. Por eso también la causa última de la crisis económica de España (y de Catalunya) es el capital, y no la forma de articulación del gobierno central con las regiones autonómicas.

En otros términos, no hay razón para esperar que la independización de Catalunya dé lugar a un desarrollo cualitativamente superior de sus fuerzas productivas; o a una superación de los problemas fundamentales que padecen los explotados. Tampoco podemos esperar que, por el hecho de constituirse en nación, la burguesía catalana deje de actuar como siempre lo ha hecho toda burguesía: tratando de obtener el máximo de plusvalía de sus trabajadores. Peor todavía, la formación de pequeños Estados nacionales a lo largo y ancho de la Península Ibérica puede ser un factor de mayor atraso y rivalidades. Varios pequeños mercados nacionales en competencia proteccionista no constituyen ningún porvenir venturoso (y esto sin contar los problemas derivados de la pertenencia a la zona del euro). Por eso, la crítica socialista debería desnudar el carácter embustero de la propaganda del nacionalismo burgués y pequeño burgués catalán, que está vendiendo “espejitos de colores” a las masas trabajadoras.

Pero además, la exaltación del nacionalismo y del particularismo no tiene nada de beneficioso para la clase obrera y el socialismo. Y en Catalunya hasta podrían generarse mayores divisiones en la clase obrera (por no hablar de la relación con los trabajadores del resto de España). Por eso, la lucha por la unidad obrera por encima de los nacionalismos es central para el socialismo. Cuestión que fue tratada extensamente por Lenin en sus escritos sobre la cuestión nacional.

Así, tal vez la idea principal del líder bolchevique es que los socialistas y los obreros internacionalistas tienen, frente al nacionalismo, una doble tarea: por un lado, combatir toda forma de opresión nacional y reconocer el derecho de las naciones a la autodeterminación y a la secesión. Por ejemplo, en la coyuntura de Catalunya, rechazar y combatir la represión al referéndum por parte del gobierno central y la Monarquía. Pero por otra parte, combatir al nacionalismo y preservar la unidad de la clase obrera. Sin embargo, es este segundo aspecto el que muchos socialistas dejan de lado, en especial cuando se encienden las pasiones nacionalistas de las masas. Por eso, nunca se insistirá lo suficiente en que los marxistas defendemos la unidad de los trabajadores por encima de cualquier nacionalismo.

En este sentido, y con el fin de brindar elementos para la reflexión, transcribo a continuación un pasaje de “El marxismo y la cuestión nacional” (Lenin, Collected Works, volumen 20, pp. 395-454, https://www.marxists.org/archive/lenin/works/cw/pdf/lenin-cw-vol-20.pdf). Destaco también que recientemente Ignacio Anzaldi, lector del blog, me envió un escrito – “El marxismo y la cuestión nacional”-, donde reivindica la postura de Lenin de manera muy similar a la que aquí presento. Escribía Lenin:

Los intereses de la clase trabajadora y de su lucha contra el capitalismo exigen la solidaridad completa y la mayor unidad de los trabajadores de todas las naciones; exigen resistencia a la política nacionalista de la burguesía de cada nacionalidad. Por lo tanto la Socialdemocracia se estaría desviando de la política proletaria y estaría subordinando a los trabajadores a la política de la burguesía si repudiara el derecho de las naciones a la autodeterminación, esto es, el derecho de una nación oprimida a separarse, o si apoyara todas las demandas nacionales de la burguesía de las naciones oprimidas. No hace ninguna diferencia a un trabajador contratado si es explotado principalmente por la burguesía gran rusa y no por la burguesía no rusa, o por la burguesía polaca y no por la burguesía judía, etcétera. El trabajador contratado que ha entendido sus intereses de clase es igualmente indiferente a los privilegios estatales de los capitalistas gran rusos y a las promesas de los capitalistas polacos o ucranianos de establecer un paraíso terrenal cuando obtienen privilegios estatales. El capitalismo se está desarrollando y continuará haciéndolo, de todas maneras, tanto en Estados integrales con población mixta y en Estados nacionales separados. En cualquier caso el trabajador será un objeto de explotación. La lucha exitosa contra la explotación requiere que el proletariado esté libre del nacionalismo y sea absolutamente neutral, por así decirlo, en la lucha por la supremacía que se está desarrollando entre las burguesías de varias naciones. Si el proletariado de cualquier nación otorga el menor apoyo a los privilegios de sus “propia” burguesía nacional, esto inevitablemente despertará desconfianza en el proletariado de otra nación; eso debilitará la solidaridad de clase internacional de los trabajadores y los dividirá, para deleite de la burguesía. El repudio del derecho de la autodeterminación o a la secesión significa, inevitablemente, en la práctica, el apoyo a los privilegios de la nación dominante” (p. 424-425; énfasis agregado).

Para que lo entienda cualquiera: la izquierda debe animarse a decirle a un trabajador catalán (pero lo mismo vale para un obrero argentino, ruso, estadounidense, etcétera) que es lo mismo que lo explote un capitalista catalán, que uno madrileño, alemán o estadounidense. En otras palabras, que el enemigo es el capital, en cualquiera de sus formas nacionales. Explicar también que es solo en este marco ideológico y político que los marxistas defendemos el derecho a la autodeterminación. No lo hacemos para fortalecer el nacionalismo, sino para debilitarlo. Procuramos que con la extensión de los derechos democráticos –incluido el derecho a la secesión- desaparezcan los prejuicios nacionalistas y se avance hacia la unidad sin distinción de nacionalidades, etnias o “razas”, de los explotados.




9 de octubre de 2017

20 DE OCTUBRE: ACTO DE HISTORIADORES MARXISTAS CON EL CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE


En conmemoración del Centenario de la Revolución Socialista de Octubre de 1917

Intervienen:
María Rosa de Madariaga Álvarez-Prida, Historiadora. Miembro del Consejo de Redacción de Crónica Popular. Presentadora del acto.
    Victoria López Barahona, Doctora en Historia Moderna. Miembro del Taller de Historia Social. Tema: “Mujer y Revolución Socialista”
Alberto Carrillo Mira, profesor de Historia. Tema: “Sóviet (democracia socialista) y partido de vanguardia”.

Grabados en vídeo para la ocasión:
    Josep Fontana, Profesor emérito de la Universidad Pompeu Fabra.
    Tema: "Aportación de la Revolución de Octubre a la clase obrera y a la humanidad".
Francisco Erice Sebares, Profesor de Historia Contemporánea y miembro del Grupo de Historia Sociocultural (GRUHSOC) de la Universidad de Oviedo.
Tema: “El impacto de la Revolución de Octubre del 17 en el Octubre Asturiano de 1934”

Acto en el Club de Amigos de la Unesco, (CAUM). Viernes 20 de Octubre. 19:00 horas (7 de la tarde). Calle Atocha 20, 1º izquierda. Madrid


Organiza: Espacio de Encuentro Comunista (EEC).



4 de octubre de 2017

NACIONALISMO CATALÁN Y RESPUESTA A UN CRÍTICO

Rolando Astarita. rolandoastarita.blog

La nota sobre Catalunya (aquí) ha despertado muchas polémicas. Como diríamos en Argentina, los nacionalistas (de izquierda, creo en su mayoría), “están que trinan” contra mi nota. Entre las críticas que se me han dirigido, hay una que lleva por título “5 falsedades de Astarita sobre Catalunya”. Pueden verla en “Comentarios”, o también en https://borrokagaraia.wordpress.com/2017/09/23/5-falsedades-del-texto-de-astarita-sobre-catalunya/amp/. Respondo puntualmente a este texto.

Primero: En la nota afirmo que la constitución de Catalunya como Estado independiente no es históricamente progresiva. Mi crítico objeta que Catalunya no se constituyó todavía como Estado independiente. Pero esta objeción es absurda. Es que antes de que se concrete una Catalunya independiente, la misma existe como programa. Y es este proyecto el que critico en la nota.

Luego mi crítico recuerda que el Estado español niega el derecho a la autodeterminación. Pero esto también lo afirma la nota. A continuación mi crítico dice que el Estado español es enemigo de los trabajadores. Lo cual también es cierto. Pero aquí agrego que el Estado catalán también es enemigo de los trabajadores; y que también será enemigo de los trabajadores un Estado independiente dirigido por la burguesía catalana. Pero esto último, como buen nacionalista, mi crítico ni lo menta. Y se dedica a exaltar las particularidades del pueblo catalán, al que presenta como más progresista frente a “los atrasados” habitantes de Madrid y aledaños. Lo cual le sirve para sostener que la eventual formación de un Estado catalán independiente favorecerá la lucha de clases. Sin embargo, una clase obrera en “unidad nacional” con “su” burguesía (sea esta grande o pequeña) no está en mejor condición para desarrollar la lucha de clases que una clase obrera que ha roto, ideológica y políticamente, con el nacionalismo.

Dicho de otra manera, el internacionalismo no es un adorno del programa socialista. El internacionalismo es la negación más acabada de la ideología burguesa que busca dividir a la clase obrera y enganchar “a los trabajadores patriotas” detrás del carro de la explotación. Por eso el nacionalismo no favorecerá lucha de clases alguna en Catalunya.

Segundo: A mi afirmación de que no existe una relación de explotación sobre Catalunya, mi crítico contesta: “El Estado español y su burguesía saquea a toda la clase trabajadora en todos los territorios donde se extiende. Catalunya incluida”. Mi critico yuxtapone entonces el hecho de que toda la clase trabajadora es explotada “por el Estado español y su burguesía” con la afirmación de que “Catalunya” es explotada. Pero “Catalunya” es una abstracción si no se tienen en cuenta las clases sociales que la componen; y si no se tiene en cuenta al Estado catalán. Esto es, si no se tiene en cuenta a la burguesía catalana (grande o pequeña) que explota a obreros catalanes y a los obreros de todos los lugares en los que tiene inversiones. Pero de eso, mi crítico ni palabra, por supuesto.Y también “Catalunya” es una abstracción si no se tiene en cuenta a los políticos y altos funcionarios catalanes que viven de la plusvalía. Sobre esto, de nuevo, mi crítico ni palabra. Pero no solo esto, “Catalunya” es una abstracción si no se dice que la burguesía catalana no es explotada. Un punto que los nacionalistas jamás quieren poner sobre la mesa.

Tercero: En la nota afirmé que “no estamos en presencia de alguna forma de nacionalismo feudal enfrentado a un nacionalismo catalán democrático-burgués progresista.” Mi crítico responde diciendo que existe un imperialismo español de corte fascista, frente al cual el nacionalismo catalán es socialdemócrata, con una corriente en ascenso de socialismo revolucionario y la burguesía en descenso. Se trata del típico (en el stalinismo y similares) apoyo a la burguesía “democrático-progresista” contra “el fascismo”. Pero la realidad es que, por un lado, el gobierno y el régimen español no son fascistas (¿hay que recordar lo que es el fascismo?). Y por otra parte, hay que subrayar que el régimen catalán no se distingue cualitativamente, en el plano de los derechos democráticos, de cualquier otro régimen o gobierno, sea de alguna otra zona autonómica, sea el gobierno central, o de cualquier otro país de la zona del euro.

Con esto estoy diciendo que la lucha contra las medidas represivas del gobierno de Rajoy, destinadas a impedir el referéndum, y eventualmente la secesión de Catalunya, no es excusa para embellecer indebidamente a la burguesía y a la pequeña burguesía catalana. De nuevo, este embellecimiento de un ala de la burguesía –para lo cual siempre se presenta como fascista, o semi-fascista al ala contraria- es lo tradicional en toda estrategia de colaboración de clases “nacional y popular”. Estoy acostumbrado a este discurso (la crítica de la izquierda pequeño burguesa argentina dice que Macri es fascista) y no me impresiona. En este marco, vuelvo a subrayar que la crítica a la burguesía catalana es central en la lucha de los socialistas por la independencia de clase. Un socialista catalán no debe criticar solo a la burguesía “extranjera”; tiene que criticar a “su” burguesía (sea esta grande o pequeña).

Cuarto: En la nota planteé que “la formación de pequeños Estados nacionales a lo largo y ancho de la Península Ibérica puede ser un factor de mayor atraso y rivalidades” Mi crítico afirma que “no hay ninguna base para tal afirmación pues la rivalidad precisamente nace de la opresión nacional que practica el Estado español, negando a las naciones su condición de nación”. La realidad es que la formación de Estados nacionales conllevará, inevitablemente, la creación de nuevas fronteras nacionales, que generarán un campo más amplio para la imposición de barreras aduaneras y de todo tipo. Son dinámicas inherentes a la competencia capitalista. Esto es, no tienen que ver con una conformación particular de un Estado. Si el pueblo catalán decide entonces la formación de un Estado independiente, está en su derecho. Pero los socialistas no decimos por eso que alentamos la formación de más y más fronteras nacionales. Nuestro programa es el opuesto, queremos acabar con las fronteras nacionales. Afirmo esto dejando de lado, en este punto, que la burguesía catalana no es “oprimida”. Es una clase explotadora y opresora, como toda otra burguesía europea.

Quinto: En la nota afirmé que “la exaltación del nacionalismo y del particularismo no tiene nada de beneficioso para la clase obrera y el socialismo. Y en Catalunya hasta podrían generarse mayores divisiones en la clase obrera (por no hablar de la relación con los trabajadores del resto de España)… Combatir al nacionalismo y preservar la unidad de la clase obrera”. Mi crítico afirma: “Lo que no tiene nada de beneficioso es que el Estado español imponga al pueblo catalán su nacionalidad y niegue el derecho de autodeterminación”. Pero en la nota defiendo el derecho a la autodeterminación de Catalunya. Y ataco el nacionalismo. Lo cual demuestra que se puede estar en contra de toda imposición antidemocrática –como es impedir el referéndum y coartar el derecho a la secesión- y al mismo tiempo estar en contra del nacionalismo, de la exaltación patriótica y particularista.

Además, mi crítico afirma: “La unidad obrera no significa unidad de España”. Estamos de acuerdo. Pero también hay que decir que a los marxistas no nos interesa la unidad obrera detrás de un proyecto burgués nacionalista, ni detrás de una burguesía (sea grande o pequeña) nacionalista. Para que lo entiendan los nacionalistas de izquierda: la unidad de la clase obrera catalana, en base a la independencia de clase, jamás podrá ser sinónimo de la unidad de Catalunya (¿o hay que recordarles de nuevo que Catalunya es una abstracción si dejamos de lado las clases sociales?).

Por último, mi crítico dice que mi nota defiende “la unidad impuesta por el Estado español”; que da alas “a la reacción” y que niega “derechos a la clase trabajadora catalana para su independencia de clase”.

Creo poder comprender semejantes exabruptos. Las pasiones nacionalistas siempre enceguecen. Pero la realidad es que mi nota critica la unidad impuesta por el Estado español desde el momento que reivindica la consigna –de larga tradición socialista- de autodeterminación (incluido el derecho a la secesión). En este respecto, es absurdo sostener que esa consigna fue planteada por el socialismo para defender “unidades impuestas” y “dar alas a la reacción”. Y también la realidad es que no hay otra manera de luchar por la independencia de clase que decir la simple verdad a los trabajadores: la explotación no cambiará un milímetro cambiando la nacionalidad del explotador. Pero este es precisamente el punto que siempre pone nerviosos a los nacionalistas, incluido a mi crítico.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Quizá si lo dice alguien con el prestigio de Astarita, este texto tenga mejor acogida que si lo dice un servidor, que suscribe punto por punto (y que ha escrito cosas muy parecidas sobre el tema catalán) lo que el autor argentino y que, por tanto, vive a mucha distancia de este país, pero con una visión que tanto ciego voluntario no alcanzaría en años.

En el caso de su detractor de Borroka Garaia poco que decir, salvo que cuando se mezcla el txacolí con el cava, el pedo es antológico y provoca delirium tremens.

No espero que ni los nacionalistas, que de izquierda no tienen nada, ni sus sucursales y epígonos en el resto del territorio del Estado, que traicionan a la clase trabajadora y a la menor idea de progreso con su papel de comparsas de la burguesía, reflexionen lo más mínimo con este texto -ni pueden intelectualmente, ni quieren porque carecen de la honestidad moral e intelectual para hacerlo- pero sí que espero que quienes se han visto arrastrados por la emocionalidad de estos días pasados puedan encontrar en él cierta luz.